Thursday, 24 January 2008



Mariela del Nilo, cuyo nombre es Alicia Emma Arce de Saavedra, nació en Buga, Valle el 25 de Febrero de 1917, donde vivió hasta que terminó los estudios de educación secundaria. Recién casada se trasladó a Palmira, ciudad donde nacieron sus cuatro hijos. Fue docente en distintos colegios de la ciudad y cuando se separó del magisterio dirigió la Biblioteca Pública Municipal durante veinte años. Durante este tiempo realizó certámenes culturales de carácter nacional.

Fue condecorada periodista con la Cruz al Mérito “Ricardo Nieto” y en 1996 es recibida en la Academia Colombiana de la Lengua. Actualmente reside en Cali.

La poetisa uruguaya Dora Isella Rusell dice sobre la poesía de Manda: «El desánimo, la angustia, la amargura, suelen ser patrimonio de los espíritus finos, más capacitados para lastimarse al mínimo roce. Cunde una neblina entristecedora que opaca su luminoso cielo —ese cielo colombiano tan propio a la poesía—, neblina que la luz atraviesa, sin embargo, porque no llega nunca al tono amargo y desabrido de los que tienen resentimientos vitales; neblina impalpable, tejida de recuerdos...».

Igualmente Oscar Echeverri, en el prólogo de Secreta Soledad, afirma: “(…) ella nació con el don del canto, al igual que el ruiseñor, a quien nadie le enseña el trino pues lo trae consigo al nacer. La poesía se lleva en la sangre y aflora en la yema de los dedos al momento de escribir, sin partitura ni cartabón: se es o no se es poeta, y Mariela recibió la poesía al nacer. Desde entonces ha vertido su alma en poemas, publicados en sus tres libros anteriores y en periódicos y revistas del país y del exterior”. (…) Mariela ha ido puliendo su obra por sí misma, hasta lograr una nombradía que sólo debe a sus propios méritos, a su amor al arte y a la entrega total a la poesía. Su roce y amistad con eminentes figuras literarias del país han producido –gracias a su fina sensibilidad- un estilo propio que la destaca en la actual poesía colombiana” .

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En 1949 Alicia publicó su primer libro de poemas intitulado Espigas. Una década antes la poeta bogotana Dora Echevarría (Dora Castellanos) había publicado a la tierna edad de quince años su libro Clamor, con el que puso coloradas las mejillas de los versados “doctores” de la rima. En 1942 la poeta Olga Chams Eljach, conocida como Meira del Mar, echó a volar su libro Alba de olvido, después de tejerlo con sensuales nostalgias y conversaciones de ensueño con su mar de Barranquilla. En 1947 la manizalita Maruja Vieira publicó su libro Campanario de lluvia, que de inmediato revoló en los círculos intelectuales.

Las cuatro poetas, entonces, con estilos distintos pero compartiendo una profunda y sensible cadencia, fueron las voces que vigorizaron la poesía vanguardista colombiana. Ellas se tomaron la palabra en el recinto poético vedado a la tradición machista, tal como lo habían hecho en los países de habla hispana Gabriela Mistral y Alfonsina Storni.
En 1956, y mientras continuaba su labor como maestra, Alicia publicó su libro Claro acento, con la ayuda de los Hermanos Carmelitas. Su nombre ya era distinguido en la sociedad vallecaucana como el de una poeta sensible y espiritual, y a su vez era considerada como una mujer que en las reuniones sociales sobresalía por su voz discreta y su belleza, siempre entre hombres que no se convencían que las mujeres, además del canto de sus vientres, tuviesen algo que decirle al mundo.

Eran los tiempos en que el necio minutero de la historia iniciaba el recorrido de la hora femínea en el país, pues el presidente de Colombia, el general Gustavo Rojas Pinilla, y por iniciativa de la palmirana Esmeralda Arboleda Cadavid, le había quitado a la mujer la venda y la mordaza al reconocerle su indiscutible derecho al voto.

Con esa manera de ser: rebelde, modesta y sutil, y enarbolando siempre su tácita filosofía de “ser amiga de la gente”, Alicia mereció la deferencia de la clase dirigente y de la alta sociedad palmirana como una mujer capaz y confiable.
En 1962 el alcalde de la Villa de las Palmas, doctor Armando Hurtado Bedoya, y los miembros del concejo, apoyaron sin medida la idea de Mariela del Nilo de crear un espacio de conocimiento para la ciudad, ese espacio fue la Biblioteca Municipal de Palmira, obra que respondía al clamor de una sociedad que con sobrados argumentos sobresalía en el ámbito industrial y económico, pero que en materia de cultura aún se encontraba dando sus primeros pasos.

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